BLANCANIEVES Y LOS SIETE DERECHITOS

Había una vez, una niña que vivía en un pueblito muy pequeño de Alaska. Ella era una niña de piel muy blanca por eso la llamaban Blancanieves. Un día, paseando por el bosque recogiendo florecillas se perdió. Caminó y caminó pero no encontró el paseo que le llevaba de vuelta a su pueblo. Empezaba a anochecer cuando, de repente, escondida entre los pinos, encontró una casita.
—Toc toc toc –picó a la puerta.
Nadie contestó. Empujó un poquito la puerta y esta se abrió. Así que Blancanieves entró en la casa.
—¡Qué muebles tan pequeños! ¿Quién vivirá en esta casa? –pensó Blancanieves.
Estaba tan cansada, que juntó varias camas pequeñitas y se tumbó.
—Voy a descansar aquí un poquito –se dijo para sí misma.
Sin darse cuenta, se quedó dormida. Y al despertar por la mañana vio que a su alrededor estaban sentados siete enanitos mirándola con sorpresa. Amablemente, le ofrecieron un vasito de leche y unas galletitas.
—Muchas gracias –dijo amablemente Blancanieves– Siempre paseo en este bosque y nunca me había perdido hasta hoy, no sabía que existía esta casita, ¿quiénes sois?
—Somos los siete derechitos –dijo uno– y vivimos en todos los países del mundo.
Por el día, trabajamos ayudando a las personas a tener sus derechos fundamentales.
—¿Derechos? ¿Y eso que es? –preguntó Caperucita.
—Pues verás Blancanieves hay ciertas cosas que todos y todas necesitamos para vivir y nadie en el mundo debería vivir sin ellas –dijo el enanito.
—Y esas cosas…¿cuáles son? –preguntó Caperucita.
—Pues verás, aquí cada uno trabajamos con un derecho distinto. ¿Tu vas al colegio
Blancanieves? –preguntó el enanito del gorrito verde.
—Pues claro –contestó ella- Pues yo trabajo para que todas las personas del mundo
vayan al cole y puedan aprender muchas cosas.
—Y… ¿vas al hospital alguna vez? –preguntó el enanito del gorrito blanco.
—A veces, cuando me pongo malita –contestó Blancanieves.
—Pues yo ayudo a que todas las personas puedan ir al médico cuando lo necesiten y tengan sus medicinas, sus vacunas, sus jarabes…
—¿Te gusta jugar Blancanieves? –preguntó el enanito del gorrito amarillo
—¡Por supuesto! –Contestó Blancanieves– ¡Es lo que más me gusta!
—Pues yo trabajo para que todos y todas podamos jugar y divertirnos.
—Y… ¿tienes familia? –preguntó el enanito del gorro rosa
—Claro, tengo a mi mamá, a mi papá, a mi hermano, a mi hermana, a mi abuela, a mi abuelo…
—Pues yo estoy aquí para que todas las personas tengan derecho una familia y gente que les de cariño y afecto.
—¿También vives en una casa no? –preguntó el enanito del gorro naranja.
—Sí –contestó Blancanieves– en una casa muy bonita.
—Pues yo trabajo para que todos y todas tengamos una casita donde vivir felices.
—¿Te gusta el bosque Blancanieves? –preguntó el enanito del gorro azul.
—¡Muchísimo! –contestó Blancanieves– Me encanta pasear, hacer ramos de flores,
recoger avellanas y castañas…
—Pues yo ayudo a que todas las personas respiremos aire puro, bebamos agua limpia y paseemos por bosques verdes y frondosos como este.
—Y, para terminar, Blancanieves –dijo el enanito del gorro rojo– ¿tu trabajas?
—Pues yo no –contestó Blancanieves– pero en casa, mamá y papá, trabajan por el día.
—Pues yo estoy aquí para que los adultos consigan un buen trabajo, para poder comprar comida y cosas que necesiten. Y no dejo que ningún niño o niña trabaje, porque los niños ¡tienen que ir al cole y aprender!
—¡Qué bien y qué contenta estoy de que existáis! –dijo Blancanieves– Yo pensaba que todo el mundo ya tenía estas cosas pero ahora sé que no, y que vosotros, Derechitos, trabajáis para que todas las personas las tengamos para vivir y ser felices.
—¡Eso es! –contestaron todos los derechitos– Y tú y todos los niños y niñas tenéis que ayudarnos a contárselo a vuestros amigos y amigas, papás y mamás, ¿lo haréis?
—¡Claro! –contestó Blancanieves– ¿a que si niños y niñas? ¡Vamos a ayudar a los derechitos a contar lo que hemos aprendido!
Los siete derechitos acompañaron a Blancanieves de vuelta a su pueblito y le dijeron
que podía ir a visitarles cuando quisiera. Cuando llegó a su casa, Blancanieves les contó a todos y todas lo que le habían enseñado los siete derechitos.