La Bella y la Bestia

 

Esta es la historia de una muchacha cuya belleza y nobleza la hacían lucir aún más hermosa. En el pueblo donde vivía todos le llamaban Bella y todo se debía que ella era no solo perfecta en su físico sino que tenía grandes sentimientos.

Su padre era un comerciante muy poderoso, y que un buen día cayó en una grave ruina en la que cada vez se hacía más pobre. Al llegar este momento, tanto el padre como la hija, fueron capaces de darse cuenta que muchos de aquellos que decían ser sus amigos los abandonaron cuando fueron viendo que ya no habían ni comodidades ni riquezas.

Una mañana, el padre de Bella se despertó con la idea de ir a una feria, pero por mala suerte se perdió en el bosque. Mientras trababa de encontrar el camino correcto, la noche llegó y junto a la oscuridad que provoca así como a los ruidos que la acompañan, el pobre anciano encontró un pasillo gigantesco.

Como una persona educada que era tocó la puerta, pero nadie respondió. Al entrar comenzó a caminar por los enormes pasillos, que estaban llenos de lujos, hasta que al final se encontró con una mesa llena de comida. El padre de Bella comió hasta que no pudo más. Una vez que ya había saciado su hambre, decidió descansar, así que eligió una amplia habitación y se tiró a descansar.

Al amanecer, se levantó muy tranquilamente y continuó su recorrido por el enorme palacio, y se detuvo al llegar a un establo donde había un caballo que estaba listo para montar. Se subió a él y partió, dejando atrás el gran castillo. Cuando solo había andado en pequeño tramo se encontró con un jardín muy bello, donde existían flores únicas, con una fragancia sorprendente.

Al ver tal hermosura, se bajó del caballo y fue directo a tomar algunas para su hija Bella.  Cuando solo había arrancado una, el suelo empezó a temblar y una bestia muy temerosa apareció diciendo:

– ¡Ladrón! Te he dado la oportunidad de que puedas apreciar este maravilloso jardín y a cambio tú te quieres llevar mis flores. Pues entonces has de morir.

– Señor de estos campos y bello jardín, nunca pensé que una flor lo iba a incomodar tanto, yo solo la quería para mi pobre hija – dijo el hombre muy temeroso.

– Al parecer tienes una hija – dijo la bestia muy molesta – pues si ella desea cumplir tu castigo, pues estar tranquilo que vivirás.

Un hada buena fue en busca de bella con el objetivo de contarle lo ocurrido. Rápidamente Bella partió para el palacio, y al llegar a pesar de que su padre le imploró que no se quedara, ella se quedó en su lugar.

La bestia no tuvo el valor de destruir aquella hermosa joven y en vez de despedazarla, la trató con ternura. Todas las cosas del palacio las acomodó a su disposición. Lo único que le causaba un temor era la presencia de la bestia, a tal punto que la primera vez que la bestia entró a su habitación pensó que moriría del pánico. El tiempo fue pasando y la joven se fue adaptando a la compañía de ese monstruo.

Cada día que pasaba la Bestia se enamoraba más de la hermosa joven, pero ella aún se sentía insegura pues su forma de ser no la convencía del todo. Bestia comenzó a cambiar, ya su forma de ser y actuar no era la misma. Esto fue haciendo que Bella comenzara a ver aquel monstruo de otra manera pues se dio cuenta que sus sentimientos estaban creciendo y que detrás de aquella fealdad había un gran corazón.

El tiempo siguió pasando y cada día que pasaban se conocían más y más, hasta que el cariño comenzó a fluir entre ambos lados. Un día terminaron diciéndose lo mucho que se querían, y en ese momento ocurrió un milagro pues la gran Bestia se convirtió en un hermoso príncipe, quien lleno de felicidad, gritó:

– ¡Bella me has salvado! Yo era un príncipe que iba a estar condenado a vivir de por vida bajo esta horrible apariencia con la que me conociste; y solo saldría de ella el día que una joven se enamorar de mí y aceptase ser mi esposa. Ahora que tú has logrado este milagro, quiero que seas mi esposa y que todas mis riquezas y mi amor sean tuyos para siempre.

Al terminar de decir estas palabras, Bella le ofreció su mano y le pidió que se pusiese de pie; al hacerlo con mucho cariño se abrazaron muy fuerte.

Y como todo final feliz, se casaron y vivieron felices para siempre.